Bolivia
Helen Álvarez Virreira
SEMlac
La primera hija de María Rasguido Coca nació parada y ambas hubiesen muerto en el parto de no ser por un médico respetuoso. Después de dos días de sufrimiento en el hospital, una enfermera le aconsejó que se fuera y la llevó con el galeno que le salvó la vida.
Tenía 16 años y juró no volver a un hospital. De eso hace 32 años. Sus otras tres hijas y sus seis varones, incluidos sus mellizos, nacieron en su casa con la ayuda de su abuela, que era la partera de la comunidad.
Ahora ella tiene la misión de lograr la complementación entre la medicina tradicional y la científica, pues fue designada directora de Medicina Tradicional e Interculturalidad, dependiente del viceministerio del sector.
María Rasguido es una mujer aymara que reconoce que sobrevivió a su primer parto gracias a la medicina científica, pero también afirma que el trato que recibió y los procedimientos de atención la ahuyentaron del hospital.
Ahora, en cambio, la nueva Carta Magna ha fortalecido la incorporación de prácticas tradicionales en la medicina convencional. Médicos y líderes indígenas hablan entre ellos de salud. "Más que antes con la nueva Constitución Política del Estado (CPE) se está incentivando la interculturalidad", dice Ángel Maida, director del hospital materno infantil Germán Urquidi, de Cochabamba.
Mientras, las enfermeras de centros de salud y hospitales de ocho municipios cochabambinos realizan prácticas en el área rural, asistiendo partos tradicionales. "Hay que recuperar los saberes", sostiene Rasguido.
Partera tradicional
De su abuela aprendió los secretos del oficio de comadrona, además de otros porque María Rasguido también practica la medicina tradicional. Atendió su primer parto a los 20 años. Una mujer sin dinero y abandonada por su pareja le pidió ayuda; así trajo al mundo a su primer ahijado.
La noticia corrió de boca en boca y se convirtió en la partera de la región. Llevando plantas medicinales, como el romero, muchas veces tuvo que caminar varias horas, por trochas y parajes inaccesibles, para llegar hasta las casas de las mujeres que atendía.
Ni una de ellas murió en sus manos, asegura, pero sabe que en el área rural hay cuatro veces más probabilidades de morir por complicaciones del embarazo, parto o post parto que en las ciudades.
Ella siempre mira en la coca lo que depara el destino. Cuando predice complicaciones en el parto, recomienda acudir al hospital y también aconseja a otras parteras que evalúen bien el riesgo para que no tengan que lamentar muertes.
Durante un parto tradicional en la zona andina, las mujeres pueden elegir la posición, generalmente de cuclillas; tienen a su familia cerca y consumen infusiones. Luego del parto, deben mantenerse abrigadas y evitar el contacto con el agua fría. Las indígenas de tierras bajas recurren menos a las prácticas ancestrales.
Parto intercultural
En la población de Patacamaya, en el departamento de La Paz, se dieron las primeras experiencias de complementación entre la medicina tradicional y la científica para la atención del parto.
Cochabamba, empero, es pionero en la incorporación del parto intercultural en el sistema de salud pública, a través del proyecto de Fortalecimiento de Redes de Salud (Forsa) que se ejecuta en ocho municipios rurales del departamento.
La primera sala de parto intercultural comenzó a funcionar el mes pasado en el hospital Manuel Ascencio Villarroel, del municipio de Punata. La Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) destinó 65.000 dólares a su construcción y más de 100.000 al equipamiento de centros de salud de primer, segundo y tercer nivel.
En esta sala, las mujeres pueden dar a luz en la posición que elijan: de cuclillas o de rodillas, por ejemplo, en lugar de la posición horizontal. Disponen para eso de un grueso colchón, cóncavo en un costado, que fue diseñado por técnicos y médicos del norte del departamento de Potosí.
El espacio es amplio; así, algunos familiares e incluso la partera pueden acompañar y ayudar en el parto, siempre bajo supervisión médica. Luego del nacimiento, la mamá es trasladada a una cama normal que está en la misma sala, donde también hay una cuna. Niños y niñas podrán ingresar después.
Al lado de la habitación, está una pequeña cocina equipada, para que la familia pueda preparar los mates y alimentos que suelen consumir las mujeres indígenas antes y después de dar a luz. El propósito es generar un ambiente de confianza y, por eso mismo, no se les exige que utilicen la ropa del hospital.
La infraestructura contempla también dos salas de hospedaje para los acompañantes, que antes debían deambular por pasillos y corredores, pues no tenían dónde quedarse.
Capacitación de parteras
Entre las mujeres indígenas, el 78 por ciento de los partos ocurre en los domicilios. En general, en Bolivia el 53 por ciento de las muertes maternas se produce en la casa y cada año fallecen unas 623 mujeres por complicaciones durante el embarazo, parto y post parto, de acuerdo al informe oficial "Por una maternidad y nacimiento seguros", presentado en 2007. También pierden la vida unos 380 recién nacidos y nacidas.
Sin embargo, lograr que las mujeres confíen en los hospitales o tengan más acceso a éstos, tomará tiempo. Por ello, con apenas unos días en el cargo, María Rasguido quiere impulsar el programa de capacitación de parteras tradicionales, en aspectos puntuales, para que puedan asistir mejor a las parturientas.
La Directora de Medicina Tradicional, que también es secretaria de Prensa y Propaganda de la Confederación Sindical de Indígenas Originarias Bartolina Sisa, también pretende incorporar comadronas al sistema público de salud. El Ministerio de Educación certificará esa capacitación.
Preferencias a la hora del parto
De haber existido esas condiciones cuando tuvo a sus cinco hijos, Marcela Paredes hubiese ido al hospital, así tal vez hubieran vivido los dos que murieron en el parto. Su hija sí recibió atención médica en sus dos alumbramientos.
Amalia Quispe, quien tendrá su tercer hijo a los 25 años, prefiere la posición ginecológica; pero su cuñada tuvo a sus siete hijos de cuclillas, sólo con la ayuda del esposo y sin complicaciones; su último bebé tiene dos meses.
A Betty Carrión, en cambio, le gustaría tener a su segundo hijo de forma tradicional, así como ella nació hace 19 años, siempre que sea en un hospital.
Las condiciones están cambiando, dice Amapola Prado, responsable de Salud Pública del hospital Manuel Ascencio Villarroel. Lo que ha cambiado poco, en su criterio, son las relaciones de poder, ya que quienes todavía mandan sobre los cuerpos de las mujeres durante el parto y posparto son, por lo general, el marido y la suegra.
4/25/09
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