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El 6 de marzo pasado, un decreto presidencial puso fin a la moratoria de facto a la siembra de maíz transgénico que desde finales de 1998 había impedido el establecimiento de plantíos experimentales o comerciales en el país.
La sociedad civil europea ha logrado impresionantes victorias en su guerra contra los cultivos transgénicos. Siete países: Francia, Austria, Luxemburgo, Grecia, Hungría, Polonia y el mes pasado Alemania, han levantado moratorias a la siembra de la única variedad de maíz transgénico aprobada en Europa: el Mon 810, un maíz Bt de Monsanto, resistente a insectos. Italia tiene una prohibición general a todos los cultivos genéticamente modificados, mientras un referéndum en Suiza estableció en 2005 cinco años de moratoria en contra de los cultivos comerciales, que el gobierno decidió ampliar hasta 2013.
Las prohibiciones europeas han sido el resultado de la presión social sobre los gobiernos, y de la decisión autónoma de los ciudadanos, campesinos, agricultores y pobladores en general, de constituir por acuerdo voluntario regiones libres de transgénicos, que llegan a 196 este año.
Los gobiernos, para responder a la negativa social de avance de los transgénicos en los campos y en las mesas, han tomado como base estudios científicos que evidencian el impacto en el ambiente, la falta de conocimiento sobre los efectos en la salud de personas y animales, así como la certeza de que es imposible proteger de la contaminación con transgénicos la producción convencional y orgánica.
Monsanto ha contestado fuertemente, tratando de impedir las prohibiciones a la siembra de sus variedades transgénicas, a partir de la presión a los gobiernos e incluso entablando demandas judiciales contra ellos, como es el caso de Alemania. Lo cierto es que el maíz transgénico en Europa únicamente representa 0.01 por ciento de su cultivo en el mundo, y se espera que se reduzca aún más.
Para contrarrestar esta tendencia, Monsanto busca avanzar rápidamente en los países del sur, utilizando el argumento falso de que sus transgénicos resolverán el hambre en el mundo.
Durante el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, a finales de enero, Hugh Grant, no el actor, sino el presidente mundial de Monsanto, se reunió con el presidente Felipe Calderón y después de felicitarlo por su política hacia el campo, principalmente hacia los pequeños y medianos negocios, reiteró su interés en apoyar la formación tecnológica de México.
El 6 de marzo pasado, un decreto presidencial puso fin a la moratoria de facto a la siembra de maíz transgénico que desde finales de 1998 había impedido el establecimiento de plantíos experimentales o comerciales en el país.
La decisión unilateral del presidente dio el banderazo de salida al avance del maíz transgénico, aunque el camino ya estaba pavimentado por la Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados, popularmente conocida como ley Monsanto (2005).
Sólo un mes después, Monsanto solicitó la aprobación de 12 siembras experimentales de tres variedades de maíz transgénico en regiones de Sonora, Sinaloa, Tamaulipas y Chihuahua, y en mayo, Dow y Pioneer-Dupont, otras dos corporaciones de las seis que monopolizan el mercado de las semillas genéticamente modificadas, solicitaron la experimentación de otras 12 variedades en los mismos estados.
Las corporaciones buscan iniciar estas pruebas durante el próximo ciclo de siembra otoño-invierno en los campos experimentales de investigación pública, y en las tierras de agricultores cooperantes del norte. El INIFAP y Monsanto supervisarán la investigación.
La experimentación es la fase exigida para simular que se toman en cuenta aspectos de bioseguridad y poder brincar a la siguientes etapas, piloto y comercial. La experimentación únicamente se centra en aspectos agronómicos como rendimientos, costos y efectividad contra plagas y deja fuera los impactos en la biodiversidad, el ambiente, la salud, la agricultura campesina y ecológica, la cultura.
Tres son las variedades transgénicas de maíz con las que Monsanto solicita experimentar: el maíz resistente al herbicida RoundUp Ready, producido también por Monsanto y que investigaciones independientes han catalogado como altamente tóxico en experimentos con ratas y embriones.
Una segunda variedad de maíz Bt, resistente a insectos (Mon 89034 x 88017). La prohibición europea de la variedad MON 810 tuvo como base el estudio realizado en ratas alimentadas con maíz Bt (MON 863) que demostró signos de toxicidad en hígado y riñón. Otros estudios reportan alta toxicidad del polen de maíz Bt para larvas de mariposas, así como destrucción de la fertilidad de los suelos. La tercera variedad es una combinación de ambas.
La Sagarpa sostuvo que México no podía quedar rezagado de esta tecnología. Sin embargo, después de casi 14 años de siembras transgénicas, se puede notar que Monsanto y compañía se han refugiado en los países del sur, en donde la ausencia de regulaciones ambientales constituye una de sus principales ventajas comparativas. La siembra de maíz transgénico en México nos convierte en el nuevo basurero de Monsanto.
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